Y lo peor es que uno se auto-convence, y se cree que alguien que tuvo la suerte de superar un dolor y sobre ponerse, podrá sentirse más fuerte. Sin embargo, un buen día, quizá el menos pensado, todo lo construido, que creías tan sólido comienza a tambalearse, porque te encuentras de nuevo cara a cara con el dolor, con ese sentimiento tan helado y tan dormido del que ya casi ni te acordabas, y que, muy a pesar de todo, sigue ahí, y comienza a despertarse con todas las fuerzas acumuladas por el tiempo en que estuvo inactivo.
Y quieres salir, y quieres gritar que está vivo. Y te acuerdas del tiempo que te costó volver a ponerte en pie. Y también de las noches sin dormir, de los desvelos, la angustia... de los días vacíos. Y aceptas que no quieres volver a vivir todo eso y que ahora una vez en pie toca descubrir nuevos caminos.